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Crónica ‘Clavando Heridas’

¡Loren Gabriela Parra es una estudiante de grado undécimo en el Liceo Técnico Comercial Alonso de Ojeda, quien escribió la crónica ‘Clavando Heridas’!

Pensar que la vida de un joven de tan solo 24 años se acabaría por el doloroso impacto de un cuchillo brillante que produjo un rio de sangre por su pecho.

Camilo Pardo, Funzano de nacimiento que, por falta de comunicación, atención y amor de sus padres, acudió a las drogas como refugió; un mundo oscuro como las sombras que día a día iba dejando Camilo en cada familiar, en cada amigo; sombras que más tarde se convertirían en sus pesadillas. Comenzó con un cigarrillo a la edad de 12 años, luego sería uno de marihuana, hasta llegar al bazuco, solamente quería olvidar lo que no deseaba recordar.

En el camino encontró a Jennifer. Jovencita con buenas curvas, cara bonita, con lunares que se convertían en cráteres marcianos que forjaban un sexapil en ella. Con su poca estatura, enamoró a Camilo, fue su pareja y después de un tiempo pasó de ser una simple “noviecita” a la mamá de su hermosa hija. Por varios años fue testigo de mil desgracias, tuvo que soportar golpes injustificados que Camilo le provocaba tras llegar trabado, todo lo aguantaba, todo lo soportaba por algo que llamaba amor. Jennifer tenía la esperanza de que los golpes cesaran después del nacimiento de la pequeña, cosa que nunca pasó, lo más decepcionante para ella fue verse en la obligación de encerrar en la cárcel al padre de su hija; todo por no saber controlar sus impulsos, sin ser consciente no había medido aquellos golpes que incluso se sintieron en el cuerpo de su propia sangre, su hija. Camilo empezó a recorrer un camino muy difícil en la cárcel La Modelo, en un principio como todo novato fue golpeado, amenazado; después, se vio obligado a pagar una cuota por su seguridad.

Estando en la cárcel, las desgracias no cesaban; era como ingresar a los círculos del infierno Dantiano, oscuros, tenebrosos y de mayor sufrimiento. Así fue como recibió Camilo una noticia que jamás habría querido escuchar, la muerte de Jennifer. Fue un golpe muy duro para él y más aún cuando se la llevaron a que la viera por última vez estando el cuerpo totalmente frio, tornándose blanco y casi con el olor fétido normal del proceso de descomposición de cada individuo. No quedaba más que continuar con su vida, pero el universo al parecer no estuvo a su favor porque poco después de que saliera de la cárcel, le comunicaron la triste noticia que Javier, su padre, le había dado un infarto. Una sombra más contagiada por las desdichas de Camilo. Había fallecido.

Camilo intentó rehabilitarse varias veces en un centro de drogadictos de la Dorada, pero su debilidad no lo permitió y amenazó a su madre con suicidarse si no lo sacaba de ese lugar, regresó a la calle a consumir y acudió al reciclaje para tener un poco de dinero para comer y comprar su adicción. Hasta que en el año 2023 en el mes de marzo y una noche en que los habitantes del municipio de Funza querían conciliar el sueño por los bríos de sus labores diarias, se encontraba Camilo y un “parcero” en medio de una luz tenue que vislumbraba una

calle desalmada y que era acompañada por ladridos de perros y cornetas de buses, justo allí dos almas perdidas, dos jóvenes que tenían el destino resuelto se observaron en una discusión. Al compás de unos leves movimientos, la cámara del barrio grabó el último suspiro de Camilo; así es, el ojo de la noche fue testigo de una pulsada cerca al corazón causada por otro joven consumidor y habitante de calle, ese cuchillo que al principio de estas palabras desfiló, retorno a la escena y con su brillo en medio de esa noche, impactó en el pecho de Camilo. A pesar de hacer intentos de reanimación en sala de urgencias, Camilo falleció. La única sombra, se esfumó. El dueño de esta triste historia se despidió de un mundo terrenal que nunca fue para él.

 “Cuando lo manda el destino no lo cambia ni el más bravo, si naciste pa’ martillo del cielo te caen los clavos”. En la canción Pedro Navajas.

Información de: Cundinamarca.

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